miércoles, 3 de octubre de 2007

Segundo capítulo: Enrique Lihn, Chile, (1929-1988)

Figuras y sombras de poetas desrecordados o inconocidos


To see the Summer Sky Is Poetry,
though never in a Book it lie
—True poems flee—


Emily DICKINSON c.1879




Segundo capítulo: Enrique Lihn, Chile, (1929-1988)


Enrique Lihn, un desapercibido chileno de la generación de Gonzalo Rojas y de Nicanor Parra, también escribió sin contemplación, con desenfreno, sin sosiego, en una larga trayectoria vital parecida a la anterior protagonista de esta sección, Lucie Delarue Mardrus. Abordó Lihn casi todos los géneros literarios: novela, poesía, ensayo, teatro, cuento... y sus mayores logros poéticos vienen a reunirse en la antología elaborada por Eduardo Llanos Melussa que sólo hallamos en bibliotecas –quizá por aquello de la lógica del mercado–, la cual lleva por título Porque escribí (FCE, 1995), y que hoy vengo a rescatar aquí:

Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder de una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.


Tal como indica el antólogo, Lihn podría emparentarse con Gil de Biedma, no sólo por cuestiones generacionales, sino básicamente por aquella afirmación del poeta barcelonés: yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema, y que puede definir la obra de Lihn, tan ducho en poetizar la misma experiencia del escribir un poema y sus consecuencias. No obstante, como la mayoría de modernos (¿o valdría decir posmodernos?) que se han venido dedicando a la metaliteratura, su pluma se ve abocada a la encrucijada de la ironía y a caer en un cierto paroxismo de la autoparodia.
En el fondo de esa parodia, el poeta encuentra un lirismo propio que le ayudará a sobrellevar la triste infamia que su país está pasando; pues que toda obra poética es una forma de “exilio interior” (como intuye María Zambrano: Escribir es defender la soledad en la que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable), y los títulos de sus obras aluden a esa melancólica experiencia: La pieza oscura, La musiquilla de las pobres esferas, Por fuerza mayor, París, situación irregular, Estación de los desamparados, Pena de extrañamiento, y Diario de Muerte. Si en el año del golpe militar fascista en Chile de 1973, Enrique Lihn decide replegarse y evitar así la censura publicando en Barcelona primero, acabará por huir de Chile hacia Paris, pasando por Cuba, e instalarse definitivamente en Manhattan, ahora sí, en un exilio exterior.
Y con ese recorrido vital, al lector le queda la triste satisfacción de aferrarse al mejor Lihn en su obra anterior al Golpe; es en La musiquilla de las pobres esferas (1969) donde, a mi parecer, se halla la más intrigante elaboración poética del autor; es allí donde se encuentra el definitivo Porque escribí y donde poemas como El mester de juglaría o El escupitajo en la escudilla muestran lo propio de la producción “metalihnguistica”, tal y como la ha llamado irónicamente el antólogo. Estos tres poemas vienen a significar por ellos mismos lo mejor del lirismo de la parodia que el chileno ha encontrado a través de la parodia del lirismo:

MESTER DE JUGLARÍA

estos datos que se reúnen inextricables
digámoslo así en el umbral del poema
cosas de aspecto lamentable traídas no se sabe para qué
desde todos los rincones del mundo
(y luego hablaron de la alquimia del verbo)
restos odiosos amados en una rara medida
que no es la medida del amor
[…]
Y siempre a punto de caer en el absurdo total
habladores silentes como esos hombrecillos del cine mudo
-que en paz descansen-
cuyas espantosas tragedias parodiaban la vida:
miles de palabras por sesión y en el fondo un gran silencio
glacial
bajo un solo de piano de otra época
alternativamente frenético o dulce hasta la náusea

Lirismo que llevó a Enrique Lihn a correr el riesgo de permanecer escondido en un anaquel de cualquier biblioteca pública, simple anécdota del apartado literatura hispanoamericana, escritores chilenos; mas fue justamente, otro chileno, quien dijo aquello de que hay que saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura es básicamente un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo. Sea pues, consolémonos con que algún lector se acerque a ese rincón, y lea a este poeta que habita el olvido, y que sea, a su vez, como el escritor que todo lector debe ser, Un damné descendant sans lampe/ Au bord d'un gouffre dont l'odeur/ Trahit l'humide profondeur/ D'éternels escaliers sans rampe...

lunes, 7 de mayo de 2007

Le dangereux désir



Primer Capítulo: Lucie Delarue-Mardrus, Francia (1874-1945)


























¿Pasará a la historia Lucie Delarue-Mardrus? Pasará a la historia como la mujer del traductor al francés de Las Mil y Una Noches, el doctor Mardrus, de quien tomó su apellido. Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Detrás del Dr. Mardrus había una normanda nacida en el pintoresco pueblo de Honfleur que no paró de escribir novelas (más de 70, cuentan los optimistas), y escribió versos tan clásicos que pasaron desapercibidos hasta para los modernos de su generación desde Colette a Proust, pasando por Débussy y Rodin.


Quizás ese clasicismo mantiene en la sombra a esta poetisa, novelista, traductora (de E. A Poe, entre otros), pintora, escultora, periodista, historiadora… –por ese orden– y la catapulta a la literatura llamada popular con sus novelitas “rosas”, verbigracia Graine au Vent, La Mère et le Fils, L’ange et les pervers. Pero es que nos deja hasta una obra de teatro perdida (Sapho Désesperée), una investigación acerca de Oscar Wilde (Les amours d'Oscar Wilde), una biografía o libro de memorias (Mémoires) y un poemario dedicado a su amante norte-americana Natalie Clifford-Barney, la cual se encargó de publicar años después de la muerte de la normanda, y que hoy aquí me interesa rescatar.


Un delicioso librito que no hallamos en ninguna librería de nuestro país a los 56 años de su publicación (se publica en 1951), y que el peligroso y aun asombroso mundo de Internet nos ofrece en primicia. Se trata de Nos secrètes amours, libro de experiencia brutal de la relación que mantuvo con Clifford-Barney, más conocida entonces como la Amazone, por sus bellos cabellos rubios y aspecto de guerrera amazónica.



DU LOIN


Je ne pense jamais à toi

Autant que dans les bras des autres.

Je leur jure à grands mots mon amour et ma foi,

Et, sans rire, j'entends leurs petits patenôtres.


Elles sont la douceur de la lune de miel,

Mais toi mon souvenir mauvais, toi ma Rancune,

Aucune ne saura jamais, aucune,

Ton divin superficiel.


Elle ne veulent pas comprendre que je joue,

Que j'aime simplement la rose de leur joue,

L'intelligence de leur corps,

Et que le reste m'est égal, si fort, si fort !...


Toi, chère blonde inexpliquée, inexplicable,

Par laquelle je fus un enfant malheureux,

Tu jetas à jamais entre nous deux le câble

D'un seul de tes légers, ténus, si blonds cheveux.


Ce fil infini qui m'attache,

Quand les femmes m'ouvrent leurs bras,

Elles ne le voient pas et ne le savent pas...

- Mais toi, je ne veux pas non plus que tu le saches [1]




Poetisa dionisiaca de la experiencia del amor puro, libre tal vez, exquisito y brutal, como muchos títulos de los poemas de Nos secrètes amours, Delarue-Mardrus establece, siguiendo el modelo Baudelaire, y a través de la fórmula del pareado, una modernidad clásica. Consigue hallar verdades en el encuentro sexual fructífero y terrible así como en el deseo excitado de lo prohibido, en la muerte que esconde un amar –su rubia, su presa. En una plasmación del grand gouffre ouvert de l'Impossible; gran pozo sin fondo de lo Imposible del amor entre mujeres, del amor de espejo: Un désir d'émouvante et fatale pâleur / M'attirait vers de lourds parfums, vers des mollesses,/ Vers un noir océan, vers une nuit de tresses/ Défaites, où rouler, où plonger jusqu'au coeur... Amor prohibido y fracasado al fin, por ello tan querido quizás, por ello tan buscado y tan intenso, amor de mujer a mujer, ¿puro amar?.Tal vez se trate de un querer romántico de principios de siglo XX y de su laboriosa escritura, de la que por otra parte ningún poeta posmoderno se hace eco. Escuchemos a Lucie Delarue-Mardrus, cantando a la vanguardia del amar liberado Mujeres elegidas:
Comme un courant d'eau douce à travers l'âcre mer,
Nos secrètes amours, tendrement enlacées,
Passent parmi ce siècle impie, à la pensée
Dure, et qui n'a pas mis son âme dans sa chair.
Nous avons le sourire ivre des blanches noces
Qui mêlent nos contours émouvants et lactées,
Et dans nos yeux survit la dernière beauté
Du monde, et dans nos coeurs le dernier sacerdoce.
Nous conduisons parmi les baumes et les fleurs
La lenteur de nos pas rythmés comme des strophes,
Portant seules le faix souverain des étoffes,
Les pierres et les fards, et l'orgueil des couleurs.
Si tienen interés en descubrir -o incluso por traducir- a esta poetisa, no más googlear su precioso nombre Lucie Delarue-Mardrus. No se pierdan el próximo capítulo de Figuras y sombras de poetas desrecordados o inconocidos: Enrique Lihn, Chile.




















[1] DE LEJOSNunca pienso en ti/Tanto como en los brazos de las otras./ Les juro a grandes voces mi amor y mi fe,/ Y, sin reír, oigo sus pequeños padrenuestros.// Ellas son la dulzura de la luna de miel,/ Pero tú mi recuerdo malvado, tú mi Rencor,/ Ninguna no conocerá nunca, ninguna,/ Tu superficial divinidad.// Ellas no quieren entender que yo juego,/ Que amo simplemente el rosa de su mejilla,/ La inteligencia de sus cuerpos,/ Y que el resto me da igual, ¡tan hondo, tan hondo! ...// Tú, querida rubia inexplicada, inexplicable,/ Por la que fui una niña desdichada,/ Tiraste para siempre entre nosotras el hilo,/ De uno solo de tus leves, teñidos, cabellos tan rubios.// Este hilo infinito que me ata,/ Cuando las mujeres me abren sus brazos,/ Ellas no lo ven y no lo saben…/ -Pero tú, ya no quiero tampoco que lo sepas.